martes, septiembre 17

Por si el futuro no llega

Quizá el futuro no nos alcance, por eso me adelanto y les cuento. En el 2038 México habrá levantado la copa mundial de futbol en Australia. Les voy a hablar en pasado porque yo ya lo vi, pero para ustedes que me leen es el futuro. Le ganamos a Costa Rica la final en penales. Pinche Concacaf, barrió, fue la sorpresa; primeramente, en la semifinal nos topamos con los gringos y el pinche Jeremías Pacheco, un crack nacido en Houston, metió un golazo en el primer tiempo extra con el que pasamos a la final. ¿Qué cómo chingados está eso que un güey nacido en gringolandia metió un gol para México? No vayan a pensar que recuperamos Texas, tampoco mamen. Ya se la yunou, sus padres persiguieron el sueño americano y el morro nació del otro lado, desde chamaco empezó a darle a la pelota, pero un día la migra retachó a Goyo su padre, y su mujer mejor también se regresó con Jeremías ya puberto y se establecieron en Monterrey, y ahí empezó a jugar con los Rayados, y cuando ya estaba huevudo y viendo la femexfut que Pacheco jugaba dos tres, en chinga que lo convocan y lo meten a jugar para amarrarlo; al vato le daba igual si jugaba para una o para otra nación, cuando le preguntaron ¿por qué había elegido jugar para México? Pachequito na más se rio y dijo, pos aquí nos tocó jugar, y bueno, ese día en el partido de la semifinal tomó la bola en la media cancha y dejó desparramados a tres gabachos, hagan de cuenta que se había tragado a Maradona, y antes de entrar al área sacó un disparo que el portero por más que se estiró no pudo atajar, y Pacheco,  valiéndole madre eso de las dos nacionalidades se fue a celebrar como loco, como si el güey hubiera nacido en Los Mochis, no se anduvo con esas ridiculeces de no celebrar el gol que por respeto, y así fue como los gringos nos la peleishon.

En la otra semifinal los ticos le ganaron caminando a Argentina, nada más le metieron cuatro pepinos, y dijimos ¡Verga! No me chinguen que llegamos a la final del mundial y la perdemos contra Costa Rica, no me mamen. En México nunca nos habíamos imaginado llegar a semejante instancia, estábamos tan jodidos, que a lo que aspirábamos era a pasar al quinto partido y miren… Campeones del mundo, papá… En aquellas épocas cuando Mejía Barón no hizo los cambios, cuando Maxi Rodríguez nos vacunó, cuando Robben se tiró un clavado, pensábamos que un subcampeonato del mundo sería un trofeo mayor para este país de miserias futbolísticas, y dejen eso, ni si quiera podíamos imaginarlo, y ahora que se llegó a la final, sí nos daba un poco de culo que fuéramos a quedar subcampeones contra Costa Rica. Es que si llegábamos a una final y la perdíamos contra Brasil o Alemania, no habría ningún pedo, hasta lo hubiéramos celebrado, pero contra Costa Rica no podíamos perder, ¿verdad? Así que el rival era el más incómodo, y bueno, para no hacerles el cuento largo, el día del partido los dos equipos estaban cagándose de miedo en los himnos, pinche partido trabado, tirándole a aburrido, aunque la Concacaf se vista de Uefa, Concacaf se queda… Cero a cero en los noventa reglamentarios, y en los tiempos extras igual, nada para nadie, y pues penales, chingue su madre. En ese momento en que el árbitro pitó el final del partido, los que ya tenemos más años sentimos un pinche sudor frío en la frente y nos vino a la cabeza el García Aspe mandando la bola a la tribuna en el 94 contra Bulgaria, pero las cosas también ya habían cambiado y en lo que empezaba la tanda veías a los jugadores mexicanos riéndose, echando desmadre, mientras la perrada nos cagábamos de los nervios.

El volado lo ganó Costa Rica, ellos empezaron tirando, ambos equipos cobraban sus tiros con maestría, pinches madrazotes que los porteros poco podían hacer. Los primeros 8 penales fueron perfectos, pero Costa Rica falló su último, y ahí se los cargó la chingada; Ibargüengoitia, el meta mexicano, atajó el disparo y en ese momento sentí una pinche emoción cabrona, y dije, ¡no mames, no mames, esto es un puto sueño! Fueron milésimas de segundo en que piensas que ya ganaste el mundial, pero luego captas que hay que meterla, y en seguida se me borró la sonrisa. ¿Pueden imaginar la tensión que significa que la copa del mundo dependa de un penal? Ay Virgencita, me regreso nadando, pensé; me metí la mano al pecho y me saqué el escapulario y lo apreté con todas mis fuerzas; todo estaba en vilo, esos pinches once pasos parecían kilométricos, me salió lo Einstein y pensaba en lo relativo que era ese momento, tan cerca y tan lejos, yo sentía que el tiempo pasaba como lento, pero que vemos que el quinto tiro de  México saldría de la pierna de Carlos Revueltas, nuestro Carlitos, nuestro Quetzalcóatl, que eligió tirar el último penal de México. Dejen también les platicó que este cabrón se llevó el balón de oro en 2037, ¿cuándo este país se iba a imaginar tener al mejor jugador del mundo? Revueltas la ha roto en Inglaterra, tiene una zurda que qué les cuento, son veinte veces la zurda de Benjamín Galindo pa que entiendan.

En ese momento Revueltas se desprendió del grupo que se abrazaba a media cancha para ir a cobrar su penal como hojita que cae de un árbol, tenía una cita con el destino, le hubieran visto la mirada caminando hacia el manchón penal, pinches ojazos negros de copa mundial, nada que ver con esas épocas jodidas de “otra vez los malditos penales”, no que chingados, pinche personalidad de este perro, ¿saben por qué le dicen el Quetzalcóatl? ¿el Quetza?  porque un día lo entrevistaron y andaba de mamón, y dijo que él era el que se fue y prometió regresar en épocas de la gran Tula, y luego el perro empezó a marcar goles y a jugar un pinche nivel de su puta madre que el Liverpool se lo compró al Atlante, y en Europa empezó a romperla y todos en México dijimos ¡sí, a huevo!, es el Quetzalcóatl, la profecía hecha futbolista, y luego el güey empezó a reivindicar los símbolos prehispánicos cada que marcaba un gol —a hacerle a la mamada, pues—, como cuando el Liverpool le ganó en el mismísimo Bernabéu la final de la Champions al Madrid, y en el festejo sacó un penacho chingón y al cabrón lo entrevistaron y dijo que el oro que se había robado Cortés y toda España ya estaba saldado, así lo dijo en vivo, y pedote que se armó a niveles diplomáticos, y el Presidente Felipe Márquez salió a defenderlo porque Revueltas tenía a toda la nación encantada, y cada que podía lo invitaba a Palacio Nacional y pasaban horas platicando, un par de chairos que según ellos trataban de reivindicar a la nación, uno en lo deportivo y el otro en lo político. Pan y Circo, pues.

Pero la historia de Revueltas, el Quetza, es larga, y no es lo que nos ocupa ahorita, sino el momento del penal aquel, penal de copa del mundo. Qué les cuento, Revueltas acomodó el balón en el manchón penal con una sonrisa en la que toda la nación se recargaba, esa boquita con dientes chuecos era fe pura. ¿Qué cabrón puede sonreír así, tan pinche cínicamente, cuando de su pata izquierda depende ganar el mundial? Este güey algo sabe, pensaba yo, y sí, Revueltas se perfiló, y todos nos mordíamos la playera, y en la banca, Julián Velasco, el director técnico mexicano, no quiso ver, se aventó al pasto como musulmán hacia la meca mientras toda la nación estaba pegada a la televisión, nunca en la historia se había hecho un silencio de tal magnitud, desde Tijuana hasta Tulum todos aguantaron la respiración, con los ojos abiertos para ver aquello, todos menos Velasco que parecía acobardarse, y a su lado, el pinche Fello Martínez, su auxiliar, se agachó para darle un jalón de greñas para que levantara la cara y viera aquello, pero Velasco no quería ver, y en la cancha, Revueltas  se encarreró y le dio un toquecito a la bola, ¡no seas hijo de tu puta madre! pensamos todos, sacó un Panenka,  el portero tico se tendió al lado derecho y la bola se elevó girando sobre su propio eje en dirección contraria en la que se dirigía, y ahí sentí que la Matrix se despodorraba porque todo se pixeleaba o era mi sistema cardiovascular el que colapsaba, y chingue su madre, el balón pegó en el travesaño, y a Revueltas se le borró la sonrisa y apretó lo dientes, sabía que se había pasado de pendejo, pero la bola picó adentro…. ¡México campeón del mundo! el Fello y el resto de la banca salieron corriendo, y en la tribuna en el estadio de Sidney, en las plazas, en los mercados, en cada rincón de este país, todos nos abrazamos, y Velasco se quedó tirado ahí, ahogado en llanto y sus lágrimas fueron las más hermosas que jamás alguien haya llorado en este país.

 

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