domingo, octubre 1

La historia de siempre les dejó de pasar

Sería imposible hacer una crónica de 90 minutos cuando la historia los lapidó 23 años. El destino ya le andaba pisando los talones a La Máquina, es que al minuto 92 el portero de Santos, Carlos Acevedo, se fue a rematar un balón para empatar el global y los fantasmas evocaron a Moisés Muñoz la noche de mayo de 2013. Acevedo se levantó para marcar, pero se topó con Jesús Corona, que no iba a postergar la espera.

El silbatazo final resignificó el verbo “cruzazulear”, los diccionarios del idioma más bello del mundo, el futbol, ahora lo definen así: dícese de aquel que lo intenta mil veces, librando batallas contra sus demonios para lograr el objetivo planteado. Cruz Azul por fin volvió a ser campeón. Entre las dos últimas copas pasaron 23 años y medio, y en ese tiempo ocurrió de todo. El eslabón que limpió el karma tuvo que ser uno de los que estuvo en la última liga ganada, la de 1997. Como si fuera El Elegido, Juan Reynoso, quien campeonó aquel diciembre con Cruz Azul, tuvo que venir al banquillo a terminar con la malaria.

Cruz Azul es un equipo grande, pero hay algo más grande que la institución, y es su afición curtida a base de memes, afición que tenía que pararse en la oficina el lunes siguiente después que La Máquina había echado al basurero 4 goles de ventaja, después que el portero rival les marcara en el minuto noventa y algo, después de una desastrosa tanda de penales o de salir al campo sin mucho corazón. La grandeza de un club está inherentemente ligada al ADN del aficionado, y ahí sí, el Cruz Azul siempre ha ganado.

Imagínense, muchos niños que vieron a Carlos Hermosillo cobrar aquel penal con el rostro ensangrentado y marcar el gol de oro que se convirtió en la octava en diciembre de 1997, terminaron la escuela hasta niveles de maestría, se casaron, tuvieron hijos, fueron a la graduación de la primaria de sus hijos sin haber visto nuevamente campeonar al Cruz Azul. Muchos jóvenes se convirtieron en papás y heredaron la afición al Azul a sus críos y estos, a sus veintitantos, se preguntaban en qué consistía la grandeza del equipo, y esta está en aferrarse a los colores y a la historia, que tarde que temprano, llevarán las copas a las vitrinas. Te lo digo a ti, aficionado del Cruz Azul, para que lo escuche el hincha del Atlas.

En 23 años, casi un cuarto de siglo, el Cruz Azul se acostumbró a rozar la gloria y en ese tiempo se redactó la historia. En diciembre de 1999, con el formato desabrido del gol de oro, Alejandro Glaría le daba a Pachuca su primer título pasando sobre La Máquina, y seis meses después, el PRI perdía las elecciones presidenciales por primera vez en su historia. En 2001, Francisco Palencia fue a plantarse a La Bombonera de Buenos Aires para traer un subcampeonato histórico, mientras Steve Jobs afinaba los últimos detalles del diseño del primer Ipod, gadget que revolucionó la industria de la música; mismo año en que vimos en vivo la caída de las torres gemelas en Nueva York.

En las dos primeras décadas del milenio a Cruz Azul le dio por perder finales. Una oportunidad fantástica para exorcizar al equipo fue en 2013 cuando enfrentaron al América en una nueva final, y todo iba bien hasta que Moisés Muñoz alargó el encuentro hasta la tanda de penales. Ese partido fue el monumento a la cruzazuleada, aquella derrota dotó de significado el término. ¿Quién podía dejar ir la copa en los 4 minutos finales del partido, y más, con un gol del portero rival? El Cruz Azul nos había acostumbrado a eso y más.

Apenas hace 6 meses, cuando el Covid vació los estadios y cuando los aficionados de La Máquina apenas abrían los labios para decir “este es el año”, Cruz Azul redactó una de sus páginas más negras, con la urgencia de limpiar la historia, fueron a Ciudad Universitaria con cuatro goles de ventaja, misma que dejaron ir para no dar el paso a la final de ese torneo. El equipo tocó fondo y fue ahí, donde a los aficionados se les acabaron las ganas de hacer corajes.

Pero dice la sabiduría de La Noria, no hay mal que dure 24 años. El banquillo fue ocupado por uno de los que levantó la copa en 1997. Juan Reynoso traía demasiada estrategia y aplicando método científico (las limpias nunca dieron resultado), diseñó un equipo eficiente, ordenó todas las líneas y se consagró como líder general. “Nada podía malir sal” decían los memes para alivianar la tensión, y así, 23 años después, Jesús Corona se levantó en linderos del área chica al minuto 92, para colgarse de una bola que el portero rival llegó a rematar con demasiada voluntad. En aquel momento, la historia de siempre les dejó de pasar, y Cruz Azul ganó nuevamente, un campeonato de liga.

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