jueves, marzo 30

1997, la democracia legislativa

Porfirio Muñoz Ledo

El primero de septiembre de 1997, Porfirio Muñoz Ledo tomó el micrófono en la máxima tribuna de la Cámara de Diputados y leyó uno de los discursos más emblemáticos de la historia contemporánea.  Ese día, a Muñoz Ledo le correspondió contestar el tercer informe de gobierno del entonces presidente de México Ernesto Zedillo Ponce de León. Antes de ese año, los informes de gobierno de los presidentes habían sido un simple monólogo gubernamental, donde no había un diálogo que permitiera visualizar las diferentes posturas o cosmovisiones políticas.

Pero estábamos ya en 1997 y el país comenzaba a cambiar. Aquel momento político era histórico, el partido en el poder perdía por primera vez la mayoría absoluta en el congreso, las elecciones de dos meses antes habían puesto la antesala de la alternancia democrática que se viviría tres años después.  Muñoz Ledo inicia su intervención diciendo: “Este acto encarna sueños y simboliza aspiraciones democráticas de los mexicanos. Es condensación de historia”. Y vaya que lo era. Aquellas elecciones que se llevaron a cabo el 6 de julio de 1997 fueron las intermedias del Zedillismo, periodo marcado por la crisis económica que estalló en diciembre de 1994 y por el conflicto armado de Chiapas que surgió en el ocaso salinista. Por eso, el proceso electoral tomó sentido y las ganas de cambio se comenzaron a hacer presentes en la sociedad mexicana.

1997 fue un año sumamente interesante en la historia de México, el sistema político se comenzaba a resquebrajar. Dos pilares importantes de ese sistema murieron ese año, Fidel Velázquez, líder de la CTM por 47 años, y Emilio Azcárraga Milmo, dueño de Televisa, tanto la CTM como Televisa fueron sumamente importantes para que el PRI se mantuviera tanto tiempo en el poder, la muerte de estos dos personajes parecían ser un simbolismo del futuro cercano, de que el PRI gobierno iba a morir también.

Cuauhtémoc Cárdenas también fue importante para que el sistema se terminara de derrumbar, fue líder opositor durante todo el salinato y fue el primer jefe de gobierno electo en el Distrito Federal —además de lograrlo por un partido de izquierda— en esas mismas elecciones de 1997, lo que lo ponían en el reflector para aspirar a la presidencia en el año 2000, cosa que logró, sin embargo, el viraje para sacar al PRI se da hacia la derecha.

El reacomodo legislativo de 1997 estuvo marcado por minorías, el PRI era la primera minoría con 239 diputados, pero la suma de las demás minorías: PAN, PRD, Partido Verde y PT lograban una mayoría con respecto al PRI. Se eligió a Porfirio Muñoz Ledo como presidente del Congreso y fue el encargado de responder el informe del presidente Zedillo. El PRI acostumbrado a no tener que preguntarles a otros, quiso dar un manotazo negándose a aceptar esa instalación y al nuevo líder parlamentario, pero vaya, nacía una nueva época democrática a la cual el PRI se tuvo que someter.

Después que el presidente Zedillo leyó su informe de gobierno vino el turno de Muñoz Ledo, que con su extraordinaria oratoria, haciendo uso de elementos retóricos y del saber histórico, pronunció un discurso que será recordado por el espíritu del mensaje. Ante un Congreso de fuerzas divididas, Muñoz Ledo le recordó al presidente: “Ninguna ocasión mejor que ésta para evocar el llamado que, en los albores del parlamentarismo, la justicia mayor de Aragón, hacía el entonces monarca para exigirle respeto a los derechos de sus compatriotas: “Nosotros, que cada uno somos tanto como vos y todos juntos valemos más que vos”.

En su discurso, Muñoz Ledo le recuerda al entonces presidente Ernesto Zedillo que fue la voluntad popular la que instauró ese nuevo orden, no la complicidad con el poder.

Hace énfasis en la relación que tendrán los poderes de la nación, remarcando sus facultades establecidas en la constitución: “Las relaciones del Congreso con el Poder Ejecutivo y con el Poder Judicial de la Federación habrán de regirse por el más estricto respeto a la esfera de competencias que a cada uno corresponde de acuerdo a la Constitución”, sentencia Porfirio.

Remarca en su discurso los problemas inmediatos que tiene la nación, advierte que los trabajos de ese plural congreso se concentrarán en el restablecimiento de la paz y la concordia entre los mexicanos. La paz en Chiapas mediante el cumplimiento de los acuerdos y la voluntad de enmendar injusticias históricas; la paz mediante el diálogo y el restablecimiento del estado de derecho dondequiera que nos haya rebasado la violencia; y en el fin de esa guerra silenciosa alimentada por la impunidad, la corrupción, la abismal desigualdad y la inadmisible miseria.

Vale la pena ir un poco hacia atrás en el tiempo, 9 años antes, el propio Porfirio Muñoz Ledo increpaba a Miguel de la Madrid en su sexto informe de gobierno, era septiembre de 1988, informe que se vivió al estilo de la maquinaria, decorado con los cientos de aplausos de un Congreso prácticamente unipartidista que fue instaurado ese día, para aprobar las futuras reformas que vendrían con el salinato; Muñoz Ledo increpa a de la Madrid haciéndole un reclamo por el fraude electoral que impone a Carlos Salinas en la presidencia. Recuerdo este episodio por lo simbólico que resultó el discurso de Muñoz Ledo 9 años después. En 1988 increpaba al presidente desde su curul rompiendo obligadamente los protocolos; en 1997 tomaba el micrófono y le hacía saber al presidente que aquella pluralidad partidista valía más que él y su partido, y quizá, el resto de los mexicanos, nos imaginábamos que podíamos virar, que podíamos dejar de ser gobernados por el PRI, cosa que pasó 3 años después.

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