sábado, abril 20

Maradona es más grande que Pelé

*Escrito en el mes de julio después la final de la Copa del Mundo de Brasil  2014

Los habitantes de este planeta no aprenderemos que a un partido de fútbol no podemos cargarle la historia. Desafortunadamente el fútbol no ha sido el sustituto de las guerras. Mientras el mundo se detiene para ver la final de la copa del mundo, Israel sigue con su infame ofensiva contra los palestinos. A veces pienso que un balón de fútbol podría ser la solución a los problemas de este mundo. Mientras Israel lucha por su tierra prometida, una que según les pertenece porque la biblia lo dice, el mundo se detuvo para ver el partido de la copa prometida. Alemanes y Argentinos, ambos en gran versión, tuvieron la capacidad de ponerse los ojos del mundo encima.

La jornada final del mundial tuvo como antesala el siempre desangelado partido por el tercer y cuarto lugar. El juego del sábado le puso punto final al fiasco brasileño. El 7-1 histórico que les propinaron los alemanes y bajo el contexto en el que se jugaba la copa del mundo, parecía ser el Apocalipsis del fútbol. Nos imaginábamos que Brasil sufriría ante la maquinaria teutona, pero jamás hubiéramos pensado que estuvieran hecho de tan poco tanto física y mentalmente. Lo que pasó en ese partido, fue la representación exacta de la forma como los brasileños perdieron en todos sentidos… Perdieron en lo económico, en lo social, en lo político. Ahora Brasil tiene estadios de lujo en medio de la desigualdad social que 3 gobiernos de izquierda sólo han maquillado.

La historia también juega en los mundiales. El Maracaná recibió en la final a dos naciones ingratas para el fútbol brasileño. La Alemania incómoda que apenas cinco días antes los había aplastado de manera inclemente y a Argentina… Qué decir de los argentinos si se paseaban por las calles y playas brasileñas cantando: “Brasil, decime qué se siente, tener en casa a tu papá…”. Nada podía ser peor para el futbol brasileño, que dentro de toda la pesadilla mundialista, los argentinos tuvieran la oportunidad de levantar la copa en el mítico Maracaná. ¿A quién le iría el brasileño herido en el orgullo? Esa era la pregunta.

Argentina se presentó en la cancha sin miedo alguno. Sabían lo que se jugaban… entre todo, también se jugaban la historia. La presión mediática sobre el mejor jugador del mundo se fue liberando mientras la copa del mundo corría y definía los partidos; más aún, cuando Messi comenzó a hacer lo suyo entre los defensas alemanes en el partido final. De pronto desconocimos a Argentina; ese equipo trabado, sin mucha idea que dependía de su número 10 no era el que le jugaba al “tú por tú” a los alemanes. Argentina funcionó bien gran parte del encuentro. Su cuestionada defensa no daba espacios a la poderosa Alemania. Su portero estaba concentrado bajo los tres palos. A Argentina le había bastado muy poco para llegar a esa instancia. Fue un equipo de garra y en los momentos decisivos metió el talento. En la final, se decidieron a jugar al futbol.

Alemania es un equipo que engrasa bien los engranes para funcionar en todas sus líneas. El partido más difícil lo tuvo hasta la final. No fue la Alemania eficiente y fría de los partidos anteriores. En momentos titubearon pero a la vez, no daban espacios. Se enfrentaron a un equipo Argentino embravecido; pero Alemania es Alemania. Tiene en todas sus líneas jugadores del tamaño del Maracaná. Tienen mentalidad, disciplina…  y como siempre, terminan ganando los partidos.

La Copa del Mundo se definió en tiempos extras. Alemania levantó su cuarta copa para confirmar esos datos chocantes que a veces da el fútbol. Cada veinticuatro años, un tricampeón logra la cuarta. A Messi le dieron un polémico balón de oro. Polémico por no haber logrado la hazaña de levantar la copa del mundo y más porque esta copa fue el escenario de otros grandes futbolistas. Hoy los argentinos podrán cantar sin miedos que Maradona es más grande que Pele… y quizá, que Messi también.

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