jueves, marzo 28

Pónganse ladrillos en los pies

André Breton, uno de los máximos exponentes del surrealismo, dijo que no hay país más surrealista en el mundo que México; en este país la política carece de toda lógica. ¿Qué expresión más surrealista que el análisis políticos se ocupe para hablar sobre una boda? ¿Acaso no hay surrealismo en ver a los protagonistas de la izquierda de México publicados en la portada de la revista Hola? El poder hace que los discursos pierdan la cuadratura de su forma. El sustento lógico —y legítimo— del lopezobradorismo, la austeridad, aquella que tanto invocaba citando a Morelos y sus Sentimientos de la Nación, donde hace 205 años redactaba la necesidad de moderar la opulencia y la indigencia, quedó aplastada con la cobertura que la revista Hola —diario oficial durante 6 años de las frivolidades de Angélica Rivera y familia— dio a la boda de César Yáñez en días pasados.

En estos andares de la transición, donde la cuarta transformación a veces parece ser un ideal razonable para lograr un necesario cambio, y otras veces, una expresión surrealista de ejercicio político, no me termina de caber en la cabeza, no el hecho de hacer una boda millonaria donde amenicen —desde Iztapalapa para todo el mundo— Los ángeles azules, sino la necesidad de exhibirse de tal manera, ¿dónde? en la mismísima revista Hola, antítesis de la conciencia política, social y de clases de muchos mexicanos.

López Obrador se justifica: “no me casé yo, fui invitado” y por una parte tiene razón, pero por otra sí hay una incongruencia evidente, un error, una falta de sensibilidad el haber llevado al extremo de lo ridículo (como se acostumbra en la nota rosa) la cobertura y difusión de la boda por demás lujosa, de la mano derecha del presidente que ha navegado con la bandera de la austeridad.

La boda, en principio de naturaleza privada (como se entendería que son todas las bodas), cuando es de un personaje público, y no estamos hablando de una celebridad, de un artista, sino de alguien en quien va a caer la responsabilidad del ejercicio del poder, como se entiende que va caer, en parte, en César Yáñez, hombre más leal y cercano al presidente, tendría que haber el mínimo de prudencia para no llevar a lo público semejante pachangón. Algunos podrían debatir que no fue un acto político, pero cuando se hace pública una boda millonaria, que dio espacio a la convivencia de personajes públicos en carácter de invitados, tendrían que cuestionarse si ese es el mensaje que quieren dar a toda una nación que espera una transformación radical de la forma de hacer política por parte de sus gobernantes.

Y repito, el punto central es la cobertura chocante y pública, no Los ángeles azules, no Matute, no el menú, ni los tres vestidos que uso la novia cual ceremonia de la realeza inglesa, ni las miles de flores que decoraron el salón; la crítica va a esa necesidad de hacer público lo que tendría que ser privado, más por el calibre del personaje que se exhibió, y que  de paso, exhibió al mismísimo futuro presidente. La pedante narrativa con que la revista Hola dio detalles de la boda, es todo lo opuesto a la lucha política de López Obrador (y entendemos que no fue su boda, pero sí la de su principal colaborador).

Quizá el poder embriaga, pero ojo, todavía no son oficialmente poder y comienzan a hacer de la frivolidad un estilo, como si el poder tuviera formas superfluas de ejercerse. La publicación, como narrativa, es diametralmente opuesta a lo que escribió, por ejemplo, La Jornada sobre el plantón en Reforma en 2006 y la lucha contra el desafuero en 2005. Las formas son fondo y pareciera que hay amnesia del largo camino y del trabajo que costó ganar la presidencia. 

Que esto sirva para el futuro gobierno como una llamada de atención, podrán decir que se exagera, pero no, la transición tuvo que haberse manejado con pinzas, con delicadeza extrema, a partir de ahorita tendrían que redactar un código de conducta, que sea congruente con el mensaje que quieren transmitir a una nación, que  a su vez, quiere cambios en las formas y en el fondo. Que López Obrador entienda que no es él solamente el que gobierna, sino también su gente cercana; este episodio podría ser un simulacro de los delirios de grandeza que podría traer el ejercicio de poder, es necesarísimo que a nuestra alta burocracia le aten ladrillos en los pies para que estén más cerca del piso y entiendan que la naturaleza del poder, es pasajera.

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